avioneta_logotipo-min (1)

Amor Violento

La siguiente entrada es una columna de opinión. Las opiniones expresadas en ella son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de la organización.
Escrito por: Karla Torres

Tratar de existir sin alcohol ni drogas se sintió como luchar para salir de una relación de abuso, de un amor violento.

Encontrar el valor para irte es una tarea titánica, lloras y sufres, es absolutamente tortuoso… hay quienes nunca lo pueden dejar.

Sabes que debes hacerlo por instinto de supervivencia, pero la trampa mental de la autodestrucción te ata de manos y te roba la voluntad. Te lo impide el monstruo de la obsesión y compulsión que desata la adicción.

Es una batalla diaria cuando empiezas a tomar este camino. Cuentan los segundos, los minutos, las horas para empezar a juntar tiempo sin consumir.

Quienes hemos vivido relaciones de abuso sabemos cómo es: llegas a ese punto de no retorno en donde debes huir de ahí, incluso en contra de tu voluntad. Tocas fondo.

Así se sintió para mí tomar la decisión de recuperarme y dejar el alcohol y las drogas para siempre. En el fondo y sin opciones, no tuve otro remedio más que pedir ayuda si quería seguir viviendo.

Cuando salí de la clínica de rehabilitación comenzó realmente el camino cuesta arriba. Era hora de aprender a vivir sin consumir.

Pensé que al egresar del rehab todo sería más fácil, pero estuve muy equivocada.

Pasaron las semanas y entonces la supresión, más emocional y mental que física, comenzó a atormentarme.

Era una desesperación, una ansiedad y un miedo que no me dejaba ni de día ni de noche; ni siquiera en mis sueños.

Una voz resonaba como taladro en mi cabeza todo el tiempo, que me decía que jamás iba a poder vivir sin mi rey infinito, el alcohol; sin mi mejor amigo, el clonazepam. No había descanso. Me sentía vacía y temblorosa.

Tenía miedo hasta de ir a un Oxxo y no poderme contener de comprar alcohol y si yo tomaba, luego venía la droga y la locura, eso era seguro. No podía echar a perder el camino ya andado.

En algún momento de ese primer año sin consumir, el 2013, escuché en la radio “Amor Violento”, de Los Tres:

“Cuando por primera vez te vi/ Supe que el cielo era para ti y para mí/ Nunca más podré dormir/ Nunca más podré soñar/ Con nadie que no seas tú/ Gastaré toda mi vida en comprar la tuya/ Gastaré toda mi vida y más/ El amor tendrá que esperar un buen rato para descansar/ De tú y de mí/ De tú y de mí/ Porque un amor violento nos deslumbró/ Un amor violento nos fulminó/ Un amor violento nos deslumbró/ Un amor violento nos fulminó”.

Ese día me quedé llorando en mi carro escuchando eso una y otra vez, una y otra vez.

Así me sentía, justo eso sentía que me estaba pasando con el alcohol, mi único consuelo desde que tenía 15 y con las otras drogas, siempre ahí para darme lo que necesitaba cuando lo necesitaba. Estaban ahí siempre para llenar mis vacíos.

¡Los extrañaba tanto! Pero ya no podía vivir con ellos porque me iba a morir. Ya me habían hecho el daño suficiente, pero eso no quiere decir que yo no quería seguir a su lado.

Corrí porque era vivir o morir: “I must be gone and live, or stay and die”, escribió Shakespeare.

Era justo así.

Ya son más de 9 años de aquel día que llegué rota a una clínica en Cuernavaca en donde me dieron esos primeros auxilios para alguien que estaba al borde de la locura y en medio del infierno.

Lo que me ha sostenido todo este tiempo es el amor de la comunidad de los grupos de 12 pasos, obviamente la terapia, el apoyo médico, el estilo de vida que ahora tengo y un sinnúmero de cosas. Es una red, un sistema de apoyo de muchas aristas.

Pero sobre todas las cosas está el amor de la comunidad de los grupos de 12 pasos, que me tomó de la mano sin conocerme y me mostró que ese camino de oscuridad era mejor cruzarlo con ellos que sola.

Me enseñaron que el infierno se atraviesa con la frente en alto y por en medio y que yo no estaba sola. Esa comunidad me mostró que el amor del Poder Superior es real y no se encuentra en las iglesias, sino en el servicio para los que todavía sufren.

Salir de esa violencia que la enfermedad y la sociedad nos hacen cuando nos estigmatizan ¡es posible!

Vivir libres, alegres y felices es posible siempre que tengamos acceso a las instituciones que nos brindan ayuda y pidamos el valor para cambiar.

Karla Torres. Regia y Tercera Regidora de Monterrey. Quiero dignificar y profesionalizar el servicio público. Me interesa el combate a las adicciones a través de la política pública y la reconstrucción del tejido social. | Más sobre Karla

Scroll al inicio
Abrir chat
Estás a un mensaje de tomar el control de tu relación con el alcohol. ¡Escríbenos!